"Alicia no sufrió el menor daño, y se levantó de un salto. Miró hacia arriba,
pero todo estaba oscuro. Ante ella se abría otro largo pasadizo, y alcanzó a
ver en él al Conejo blanco, que se alejaba a toda prisa.
No había momento que perder, y Alicia, sin vacilar, echó a correr como el viento, y llegó justo
a tiempo para oírle decir, mientras doblaba un recodo:
-¡Válganme mis orejas y bigotes, qué tarde se me está haciendo!
Iba casi pisándole los talones, pero, cuando dobló a su vez el recodo, no vió
al conejo por ninguna parte.
Se encontró en un vestíbulo amplio y bajo,
iluminado por una hilera de lámparas que colgaban del techo.
Había puertas alrededor de todo el vestíbulo, pero todas estaban cerradas con llave,
y cuando Alicia hubo dado la vuelta, bajando por un lado
y subiendo por el otro,
probando puerta a puerta, se dirigió tristemente al centro de
la habitación, y se preguntó cómo se las arreglaría para salir de alli."
"Alicia en el país de las maravillas" Lewis Carroll